Fue el azar que quiso que me fijara en él.
Le seguí por las instalaciones aquella mañana, mezclándonos entre los doce mil de la empresa en aquella hora, las ocho y cuarto.
Discretamente, le seguí hasta comprobar si depositaba su mochila en algún sitio.
Al rato, comprobé que salía del parking Este sin ella e, instintivamente, tomé mi móvil.
Con él en la oreja, y mirando hacia ningún sitio, interrumpí la llamada al tercer timbrazo, y lo volví a guardar; en unos minutos estaba frente a mi ordenador.
La mañana despuntaba y la llamé, para saber lo que se siente.
Respiré en lo inevitable, profundamente.
He guardado esto en mi móvil, a finales del mes de Enero de 2008.
Cuadernos de la noche
1 comentario:
El juego de los esquivos... Aunque hay algo que no entiendo, hablas de llamar y luego hablas de un sms. Me perdí. :)
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