1.18.2008

Something better

Algo mejor,
esta mañana por fin, sí, me siento, te siento,
no me preguntes....
víveme otra vez, no me preguntes, algo mejor;
algo mejor tendida en tu sin sentido silencio, mullido esta vez,
por fin mi vientre palpita esencias,
si escucho distorsionadas bajo el agua esas tus torpes palabras,
algo mejor,
sin abrir los ojos y sintiendo que estás, agítame
agítame cariño, estoy viva aún, algo mejor
tus miedos, mis miedos al fin vueltos de espaldas
algo mejor, me miro al espejo y me veo de espaldas y siento hambre, frío y ganas de sexo,
algo mejor pasó por mí en esta tierna espera de noche.

Cuadernos de la noche / ..en tránsito

1.09.2008

Spherangula

" y ahora soy yo cuando, al viajar surcando delicadamente tu espacio, abrazo los rincones musicales de tu tiempo. "

No la buscaban.
Ella siempre les encontraba, como por accidente, al borde del mar, o en un acantilado, o en un paseo marítimo o al pie de un faro...
Ella, simplemente, les encontraba.
Su pelo, negro; su piel, pendiente del sol; ojos profundos y tiernos, que despuntaban cuando –las pocas veces que lo hacía- se quitaba sus gafas de sol negras; una sonrisa, difícil de olvidar, que marcaba unos ángulos perfectos en su rostro; un precioso traje blanco, que destacaba con un trazo grácil y perfecto sobre el horizonte pastel del mar.
Cuando la encontrabas, lo que solo habría sucedido en muy pocos casos, y decidía mirarte, el milagro habría comenzado.
Puedo decirlo, porque esa mirada me dejó atrapado en un mundo de aire, luz, felicidad, hoy hace cinco años.
Y hoy..., hoy me encuentro sumido en un juego satánico o divino, no sé, en el que he perdido irremediablemente todo aquello que me proporcionaba una felicidad absoluta, al incumplir la única condición no escrita e implícitamente impuesta.
Mi suerte siempre estuvo en el inconformismo necio, en la suerte pendenciera, quizás solo buscando una manera de suicidio o de gloria. Rehuir lo trazado, ponerme en el ángulo más complicado y probarme, constantemente probarme y maldecir cuando no conseguía mi propósito; volver a levantarme y seguir por otro camino y así hasta la extenuación.
Ningún ser humano había ( ni habría ) sido capaz de seguirme. Relaciones rotas, sin amigos, sin amor, sin familia y querer más, siempre más: la única via para mí era la destrucción o la gloria.
Ese deseo de poseer algo que no se puede poseer, de tocar algo que recordando la creación de Miguel Angel, nunca puede pasar de ser eso, un deseo intocable, porque simplemente esa infinitésima distancia, es inalcanzable para dos mundos hechos para desearse y no encontrarse : el del humano y el de un dios.
Haber llegado a conseguir casi lo infinito, me ha hecho perder lo perdurable y he tomado la peor o la única vía que cabe en mi corazón, morirme viviendo el deseo infinito de alcanzar lo que sin duda me abrasaría, nocturno saturado de jazmines es lo que me mueve a vivir hoy.
Hoy comprendo mejor a los creyentes...
Todo comenzó en una playa, en septiembre.
El sol penetraba declinando por un agujerito minúsculo del sombrero de paja, entrevela vespertina de siesta escuchando el ronroneo de las olas, impregnado aun de mar y sal, que con la brisa de media tarde, adormecía mi mente, y erizaba mi piel.
Y no sé por qué yo. Sumido en un sueño, mi vida transcurría en aquel momento, eso sí, y como tantas otras personas, en el filo del morir o de partir: necesitaba sencillamente dejar de ser yo, pero...sesteaba.
El sol se apagó un instante y me levanté sin prisa, torpemente por ver qué era; debieron pasar unos segundos y al incorporarme solo vi a una chica de traje blanco que iba caminando a escasos metros, dirección al mar, volando su pelo, y miraba hacia el suelo y hacia el horizonte. Llevaba unas gafas de sol en la mano derecha.
Se detuvo.
Mientras yo sacudía el sombrero y yo entretenía mi mirada en ella, se volvió hacia mi, sonriendo.
Solo tuve tiempo se sentir como se acercaba a mí, descalza, y como el sonido de las olas desaparecía. Escuchaba como un estruendo el sonido de sus pies en la arena hasta que llegando a mí pude sentir un susurro que tomaba forma de dirección, de número, del anochecer...
Al apartarse del sol, que ella ocultaba tras de sí, el primer destello de luz ocupó su lugar y mis ojos al segundo siguiente no vieron más que unas marcas marcadas en mi retina: sin duda era un sueño, otro sueño más.
Pregunté, pero nadie había visto nada raro, salvo una chica, paseando por la orilla, hacía ya un buen rato.
Una dirección, un número y anochecer, coordenadas de la rosa de los vientos de ese sueño que pudo ser o no; parecía excitante, pero lo curioso es que la calle existía, el número también y eran las ocho y media de la tarde.
Situada en los alrededores, la calle era realmente singular, porque tenia algunos tramos en forma de herradura y otros con alguna pendiente de consideración, que hacía en algún momento te encontraras literalmente colgado en el vacío.
Bajaba una pareja, muy sonriente. El de unos treinta años, alto, de aspecto algo desaliñado y perilla, y ella morena, de la misma edad, con un pantalón de vestir negro y camiseta blanca de manga corta, llevaba en la mano unas carpetas de color cobrizo, curiosamente del mismo color que sus zapatos, desde luego no pensé que fuera casualidad, simplemente tenía el buen gusto de casar complementos ( ¿? ) en fin...
No se miraban ni hablaban, pero sonreían mirando fijamente hacia delante. El sol comenzaba a ponerse y yo seguía sin creer lo que estaba haciendo, pero, llegó el número y la puerta no estaba abierta ( empezaba a tener pensamientos cinematográficos).
No ví ningún timbre, así que, empujé la cancela y ... cedió. Vi un camino marcado por roca volcánica que se perfilaba cuesta abajo por un jardín. A ambos lados, pedernal blanco, césped, agua : el camino era de arena blanquísima, que daba lástima pisar, en fin, me atreví a seguir.
La visión desde el comienzo del jardín era para impresionar: parecía un camino que terminaba en el mar y más a la derecha un cortado de rocas; a la izquierda un muro de una piedra cobriza que terminaba más abajo en una pared de roca.
Fui bajando despacio por el camino, que ya formaba escalones largos girando suavemente hacia la derecha, rematados en madera, esperando que alguien me saliera al paso y preguntar.
Fue apareciendo sobre el mar, entre mágico y extraterrestre, lo que parecía una gran estructura plana cubierta de vegetación en su parte superior, y a poco que bajaba por los escalones, se iba visualizando lo que era la parte frontal completamente acristalada.
Al terminar el camino, atravesé un pequeño puente de madera que quedaba a escasos diez metros de la entrada de la vivienda.
Podía ver una gran estancia blanca y diáfana a través de esos ventanales y por supuesto la línea del horizonte y el mar. Reparé que a la izquierda había otra estructura de piedra negra y ventanales muy alargados, rematados con unos marcos metálicos verdosos, unida a la vivienda por lo que sería una pasarela acristalada, con pasamanería metalizada, y a la que no se tenía acceso desde el jardín.
Me llamó la atención que dicha estructura bajaba por el cortado hacia el acantilado no sé cuantos metros, yo diría que casi hasta la playa.
Mientras miraba hacia abajo, fue cuando escuché una voz susurrante - que reconocí al instante - invitándome a pasar.
Avancé por la estancia, proyectada hacia el mar, el aire y la roca, y percibí de nuevo la voz que venía de un lateral.
- Ven, te estaba esperando. Lo que estabas buscando lo tienes ahí.
Señaló al otro lado de la estancia donde arrancaba un pasillo, que sin duda comunicaba con la pasarela que acababa de ver.
- ¿ Lo que estoy buscando ..? ¿ No te entiendo..? - balbucee..
Entonces apareció, de blanco, descalza, pelo suelto y negro, limpiándose las manos en un paño, que dudando, terminó por dejar perfectamente doblado con gesto de desaprobación sobre una mesa baja de cuarzo rosado.
Me tomó del brazo y mirándome me dijo con dulzura:
- El espacio que necesitas para volver a vivir. Lo tienes allí, te está esperando, ven.
¡¡Un espacio!! no podía creer lo que me estaba diciendo: Espacio
Es arquitecta -pensé- . Empecé a tener pensamientos sobre marketing directo, que rompían a ciencia cierta todo lo que hasta ahora empezaba a parecer más que un sueño.
Pero la seguí.
Al adentrarme en la pasarela, desde la que se contemplaba el mar y las rocas, empecé a darme cuenta en lo que me había dicho. ¿ Cómo demonios sabía ella de mi vida...?
¡Una casa!, pero ¿de dónde iba sacar yo el dinero para una casa...para pagar un arquitecto ? Empezaba a pensar en excusas.
La pasarela, de unos diez metros, disponía de unos paneles de vidrio laterales correderos, que permitían a la brisa húmeda de mar, atravesarlo .
Intente balbucear unas frases, mientras la brisa nos acariciaba, cuando ella me miró y en tono ahora más enérgico me dijo:
- No digas más tonterías y ven que te voy a enseñar algo.
No entendía mucho de lo que estaba pasando, pero me encontraba sumido en una gran paz, algo difícil de explicar. Era como recobrar algo de tu plácida niñez.
Pasamos a la entrada de lo que a todas luces debía ser un estudio, tenuemente iluminado. Accionó la iluminación y descubrí, en efecto, en un piso inferior, lo que era un estudio de trabajo.
Los ventanales estaban cerrados pero se veia un sistema que permitía bascular los mismos hacia fuera, y que seguramente permitiría dejar toda la estancia al aire libre.
Bajamos por una escalera, cuyos peldaños eran de cuarzo translúcido verde, y poco a poco la luz se iba adueñando de nosotros.
Su rostro estaba tan emocionado, y su sonrisa era difícil de transcribir.
Una vez abajo, pude ver unos grandes ventanales enfrente, y a los lados unas losetas de cristal esmerilado de unos 20x30 cm con unos caracteres en bajorrelieve. Luego una gran mesa de trabajo y todo en una perfecta armonía y orden.
En ese momento, ella ya estaba mirando ensimismada determinadas losetas con aire de aprobación o desaprobación, y se dirigió a su mesa, de la que desplegó un teclado y accionó unas teclas.
- Siéntate, y dime ahora por qué has venido
Bueno....está de coña ¡ que por qué he venido ! Pues tía...porque tú me has citado...
( realmente, ¿ ella me había citado? )
Iba a contestar, cuando de repente me paralicé y lo pensé mejor.
¿ Por qué había ido ¿ ¿Por qué estaba allí ?
Mientras, ella seguía deambulando y no parecía importarle en absoluto si yo respondía o no, como si la respuesta o bien fuese intrascendente para ella, o bien –lo más preocupante para mi- como si realmente supiera qué iba a responderla.
Entonces se desplegó en una parte del lateral del estudio, un panel, que proyectaba una imagen en vivo, de una zona que no reconocía, entre bosques y cercado por unas extrañas rocas .
- Mmmm... dijo , esta no es, perdona, debe ser la anterior.

La imagen entonces cambió a una zona alta de una ciudad, en un otero y ladera abajo se veia a un kilómetro una ciudad portuaria en la caida de la tarde, con las luces del puerto dibujando ya sus trazos en el mar.
- Sí, -dijo- ésta es mirándome esta vez fijamente a los ojos.
Yo ya me sentía desbordado, como un pelele en sus manos, parecía tener mi vida en sus manos, en su cabeza o en sus ojos. Desde luego el tiempo estaba detenido allí y me parecía estar comenzando a ver algo que podía empezar a reconocer.
Entonces sucedió algo inesperado. Algunas de las losetas de cristal, comenzaron a iluminarse, mientras ella sacaba algo de cada una de ellas.
Podían leerse:
Paz, sueños, sensualidad, tranquilidad, tesón, ternura, conquista, seducción, ambición, perdición, locura, apuesta, riesgo.. y otras muchas
- Este es el material con el que creo – me dijo-
- Tu, ya estabas muerto antes de llegar a aquella playa. No le des vueltas , porque no las tiene. Ahora solo tienes que respirar hondo y dejar de pensar.
- De los materiales y los planos de tu nueva casa, ya me he encargado yo.
Me tendió con una sonrisa infinita dos carpetas blancas “Materiales” y “Planos” ( mis playeros eran blancos ) y un sobre verde claro con un anagrama y mi nombre ( ¿cómo demonios sabía mi nombre?): sentí una auténtica descarga al recibir aquellos objetos.
El anagrama ahora me era familiar; lo reconocí como la marca que había dejado impresionado en mi retina aquella tarde al apartarse del sol.
Sin mediar palabra , comenzó a ir apagando cosas, se volvió a recoger la pantalla, a apagarse las losetas...
En ese momento, y antes de levantarme, fue cuando reconocí todo aquello que me había empujado a abandonar mi ciudad, abandonar a Marga y a mis amigos, despedirme de aquel trabajo.
Reconocí la amargura de mis constantes errores, y encontrarme al intentar volver atrás siempre con un abismo al que solo podía responder dando un paso al frente, al vacío: como hoy.
Y elegí aquella ciudad, con mar, aquella playa, aquella tarde, aquel preciso lugar.
La pasarela estaba entonces ya iluminada desde el suelo. Ella me acompañó sin decir palabra hasta el puente de madera de la salida de la vivienda.
Recordé a la pareja con esa mirada feliz, que me había cruzado apenas una hora antes, aquellas carpetas...
Me acarició el rostro y me besó en lo que, según me susurró, sería una despedida para siempre, y que debía poner empeño en mantener los materiales siempre.
Han pasado ya cinco años de aquello.
Viví en aquel lugar, pero ninguno de los materiales terminaba por mantenerse, era obvio que faltaba algo. Algo que ella no habría nunca podido poner, es más, era la única condición para mantener aquel sueño.
Faltaba uno y ese...me di cuenta que no estaba allí y que el simple hecho de ir a buscarlo a su origen, terminaría para siempre con aquel sueño.
Volví a aquella cuesta, a aquella cancela a aquel jardín.
No sé si sorprenderme, pero mi llave abrió sin ningún problema.

Recorridos / josean


Asonancias

Marco las estrellas con este trazo azul,
arrebatado a esta mañana sin tí,
lleno de tí.
Juego, signos, rastros que me llevan a querer,
a querer más; más allá...
Marco las estrellas con este trazo azul
arrebatado a esta mañana sin tí,
llena de ti.
El arbol solitario en mitad del páramo nevado,
de perfil orgulloso, precioso,
orgulloso de la marca dejada en la nieve por su última hoja caida,
tranquilo, con ilusión, observa el perfecto perfil azul de su obra.
Madrugada del 8 de Enero / Cuadernos de la noche

1.01.2008

Es hora de morir...


...todos esos momentos se perderán en el tiempo, como las lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.